Publicado 2006-08-01
Palabras clave
- Buses urbanos,
- transporte público,
- diseño vernáculo
Cómo citar
Resumen
Por más de una década, las calles de Santiago se tiñeron de un centellante color amarillo. La proliferación incesante de números de tres dígitos, exóticos nombres, dedicatorias de amor, improvisados altares religiosos, crípticos mensajes, luces de cabaret, peluches colgantes, focos rotos y topones estructuraron un rudimentario ecosistema que con los años se transformó en un objeto de culto irrebatible. Entre el desorden permanente, la pedestre decoración o la calidez del chofer y sus pasajeros, las micros se ganaron un espacio dentro del inconsciente colectivo nacional, hijas ilegitimas de una discreta tecnología y fanatismos diversos; posiblemente sin proponérselo, fueron el símbolo que mejor encarnó la trastienda sociocultural post-dictadura: una sumatoria de buenas intenciones amarradas con alambra. Amadas y odiadas por partes iguales hoy se despiden de las calles de Santiago y de nuestras vidas.